Tengo frío. Está oscuro y siento como mi alma cae rendida a mis gélidos pies.
Intento moverme, seguir adelante. Pero mis movimientos son demasiado pesados para avanzar.
Todo se paraliza, empiezo a convertirme en estatua y el frío que notaba desde mis adentros se transforma en soledad.
Ahora incluso mis piernas son de piedra, intento romper cada una de las capas en las que se está convirtiendo mi cuerpo. Pero solo consigo hacerme daño y sufrir un poco más.
Me siento desvanecer. No caigo porque mis duras extremidades me mantienen en pie, pero yo ya no doy más de mi. Yo ya no soy yo. He dejado de ser ligera y liviana para convertirme en una masa compacta de polvo y tierra.
Ansío que alguien pueda sacarme de aquí, sueño con un salvador de fuertes brazos. Que pueda romper mi caparazón y me devuelva mi ansiada libertad.
Lucho contra ese pensamiento, porque me enseñaron que solo uno mismo puede ser capaz de salvarse.
Pero los cuentos de princesas hiceron mucho mal. Y en el más recondito hueco de mis pensamientos, añoro otro final.
Nos leemos pronto
Caroline
Pues esto me parece bastante poético.
Por cierto: hasta que no te mueres no hay final del todo. Solo capítulos. 😉
M'agradaLiked by 1 person
Gracias por tus palabras, Bettie. Nunca se me habría ocurrido calificarlo de poético, más bien, pensamientos que se agolpan en mi cabeza buscando una salida y me toca plasmarlo en las notas del aifon para sentirme un poco mejor 😉 jajaja
M'agradaM'agrada
Esa sensación de agobio, de axifia, de impotencia… Da golpes desde dentro al caparazón, como un pájaro cuando sale del huevo, a ver qué tal…
M'agradaLiked by 1 person
Muy bien plasmado, Viento Polar. Aunque a veces el pájaro se convierte en un tiranosaurio rex y asusta…
M'agradaM'agrada